lunes, 2 de febrero de 2009

Superándote


Supongo que ya lo estoy consiguiendo. Al verte, ya no siento que mi respiración se corta; ni siquiera ya mi corazón se acelera al escuchar tu voz. Ahora por fin puedo actuar con normalidad al tenerte cerca. Ya no dependo de tu presencia para ser feliz, ni mi comportamiento se altera cuando paso días sin saber nada de tí. Tampoco siento celos cuando hablas de otras, las miras o preguntas por ellas. Estoy consiguiendo la calma que tanto tiempo he anhelado. Tus comentarios han perdido el 90% de la importancia que antes para mí tenían, y sin tener que esforzarme para que ocurriera. El tiempo transcurre, y ya no estás dentro de mi cabeza para anular a los demás de mi rutina. Esa obsesión enfermiza que me presionaba a seguir queriéndote y odiándote al mismo tiempo por no tenerte, está desapareciendo sin dejar rastro alguno. Ya no deseo estar contigo, pues comienzo a comprender que, si eso ocurriera, mi vida sufriría un gran trastorno que la cambiaría por completo; A mí me cambiaría por completo. Me transformaría en otra persona, y no quiero nada de eso para mí. También porque cuando te pienso, veo un montón de kilómetros recorridos, un millón de experiencias vividas, y un sinfín de sentimientos y sensaciones recibidas. Muchísimas cosas que aún yo no he apreciado, ni apreciaré quizás en mucho tiempo. Momentos que yo no percibo protagonizar en esta etapa de mi recorrido, y valiosas lecciones vitales para las que aún no estoy preparada. Sencillamente, al fin me he dado cuenta de que tú y yo pertenecemos a dos mundos totalmente incompatibles. Somos dos personas cuyas existencias conviven, pero separadas por un invisible muro que, aunque muy fino, es irrompible, imperturbable e implacable.