lunes, 19 de marzo de 2012

Bandera a media asta

Poco a poco, la vida va enseñando su cara bonita, su sol. Con bandera a media a media asta voy abriéndome camino entre la muchedumbre, y sin prisas pero sin pausas voy dándoles sentido a cada una de mis palabras. Ya no me importa lo que haya pasado, pues sé que es eso, simplemente pasado. Mi presente y mi futuro penden totalmente de mí, y por ello voy a seguir luchando, sin mirar atrás, sin lamentar lo perdido; simplemente voy a celebrar lo ganado, y a disfrutar lo que tengo, cerrando las puertas a los demonios que son los recuerdos de todo lo que se quedó en el camino. Y así, sin desperdiciar ni un minuto de mi vida, voy a buscar todo aquello con lo que siempre soñé; pequeñas cosas que, juntas y bien trabajadas, constituirán la felicidad tan ansiada.

miércoles, 14 de marzo de 2012

No entiendo

No entiendo cómo se puede tratar a una persona durante tanto tiempo, y conocerla tan poco. Cómo se pueden fingir tantas palabras, tantos sueños, tantas caricias… Es algo que me parece increíble. Cómo se puede perder el respeto por alguien con quien se ha compartido tanto, a quien se le ha confiado temores, sueños e ilusiones. Cómo se puede tener tantas ganas de hacer daño a esa persona que ha sido el centro del universo en el que se habitaba.
Hay muchas cosas de las que no tengo ni idea. Pero sin embargo, sí estoy segura de que no se puede confiar en alguien que te promete la luna y a los pocos días ya está prometiéndosela a otra persona…

martes, 13 de marzo de 2012

Añoro

Añoro esa luz en tu mirada,
Aquella que me iluminaba.
Ahora mis días son tenues,
Y las noches eternas y apagadas.
Añoro el calor de tu abrigo,
Aquel dulce resguardo,
El escondite de mi alma,
Mi refugio más preciado.
Añoro el cántico de tus risas,
Mi música preferida,
El sonido que más me inspira,
La más perfecta de las melodías.
Te añoro constantemente,
Me hace falta tu compañía.
Mas sé que aunque sin cesar lo intente,
Mi consuelo es la melancolía.

Relato de una noche inlolvidable

Cuando mis padres llegaron a casa, les aguardaba una gran sorpresa: toda la familia les había preparado una fiesta para celebrar sus 50 años de casados. Estaba la tía María, el tío Juan y hasta la prima Irene, siempre dispuesta a declinar cualquier oferta de reunión familiar.
Habíamos pasado las últimas semanas preparando el evento, y estábamos agotados, pero había merecido la pena: cada rincón de la casa estaba adornado con fotos junto a nuestros seres queridos. La cocina era espectacular: entrantes variados, unos platos deliciosos, vino, refrescos y champán por doquier, y una mesa dispuesta para 40 comensales exquisitamente montada.
Después de la cena, les mostramos nuestra última sorpresa: era un vídeo montaje en el que habíamos incluido fotos de la pareja desde jóvenes y fuimos metiendo distintos momentos de su vida en común, momentos de gran felicidad para ambos.
Mis padres se quedaron mudos por la excitación. Fue una noche muy animada, en la que no faltaron anécdotas, risas y un sinfín de momentos entrañables e inolvidables.