lunes, 25 de enero de 2010

Lo que llamamos ciencia

Una mañana desperté, y me sentí con ganas de explorar el mundo. Decidí que eso haría; observarlo todo.
Me elevé lentamente hasta las nubes, acompañé a una solitaria gaviota, me dejé llevar por algunas corrientes de aire, y por fin decidí echar un vistazo:
-Los ríos se veían verdes desde ahí arriba; finas hileras en medio de una masa grisácea, que ocupaba todo lo que mis ojos alcanzaban a ver.
-Los océanos, meros charcos de un azul turbio, en el que apenas podía percibirse algún tipo de vida.
-Los bosques, grandes espacios casi desérticos, con minúsculos charcos de agua fangosa, alrededor de la cual podían apreciarse algunos animalillos tratando de sobrevivir en un ecosistema inerte.
-Visité los cultivos de los campesinos; hierbajos estériles arraigados a una tierra desnutrida.
-Las poblaciones, conjuntos de pavimentos castigados por la violencia del sol en verano, y el castigo de los vientos en invierno.
-Ampliando aún más mi vista, observé lugares de ensueño como el caribe: pequeñas islas llenas de agujeros, frutos de diversas explotaciones por el hombre.
Mi mundo, mi querido mundo destruído por lo que llamamos ciencia...

Fué una suerte que aquel día fuera sólo una horrible pesadilla, aunque no sé hasta qué punto es ficción todo lo que pude ver en aquel viaje en sueños...

1 comentario:

Little Miss Sunshine dijo...

Como me encantaría que fuera real, volar como una gaviota y poder ver de manera absoluta todo lo que me rodea pero desde otra perspectiva... me gustó (:

Gracias por comentar en mi blog sobre mi pequeño dilema sentimental! Tu comentario es muy cierto y seguiré tus consejos. Pasaré seguido por aquí
sigue escribiendo! besos (: