La capacidad que tiene el ser humano de dañar es asombrosa. Cuando conocemos a alguien, no solemos plantearnos hasta qué punto va a cambiar nuestra vida, qué aspectos de esa relación van a resultar beneficiosos y cuáles nefastos. Quizás si fuésemos más prudentes en nuestras elecciones, evitaríamos a nuestras almas la desazón de tantas derrotas. Sin embargo, por fortuna o por desgracia nuestra naturaleza es la de aprender a golpes.
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